miércoles, septiembre 27, 2006

Turismo y antropologia I

Este artículo está basado e inspirado por la lectura de El turista: elige tu propia aventura, artículo de Sonia Jalfin publicado en el suplemento cultural Ñ del diario argentino Clarín. Por su complejidad y amplitud he decidido dividirlo en varias partes, que irán siendo publicadas según sean redactadas. Espero que cree un debate sincero y ameno.
La antropología ha estado tradicionalmente interesada en todos los aspectos de la actividad humana. Categorías como el parentesco, las relaciones intergrupales o la relación con el entorno han sido objeto de profundos estudios desde los primeros pasos de la antropología hasta nuestros días. Etnólogos como Margaret Mead, Bronislaw Malinowsky, Clifford Geertz o los más famosos Claude Lévi-Strauss o Marvin Harris han tratado de comprender al ser humano desde sus distintas teorías. Y todos, los antiguos y los modernos, han tenido un elemento común: el viaje, el desplazamiento espacio-temporal, ya sea como objeto de estudio o como elemento metodológico necesario para desarrollar sus distintos estudios.
El turismo, fenómeno relativamente reciente, al menos como generalizado desarrollo del ser humano, también ha sido objeto de ese estudio, en ocasiones apoyado por la sociología. En este sentido, sin embargo, se ha producido una evolución en la concepción del turismo como estudio etnológico pasando de un total desprecio (“odio los viajes y a los viajeros” Claude Leví-Strauss en Tristes Trópicos) a asumirlo como elemento fundamental de la socialización del hombre moderno.
Sin llegar a ser tan extremo como Leví-Strauss, Daniel J. Boorstin habla del turismo como “un mundo manufacturado, trivial e inauténtico”. En efecto, para los primeros antropólogos estudiosos del turismo éste no genera más que realidades artificiales. La necesidad que tiene el turista de observar “lo auténtico” o “lo típico” lleva a los nativos a prostituir sus tradiciones y sus manifestaciones culturales para un mayor disfrute del visitante. El turista aporta una mirada contaminada que mina el valor de la cultura local al generar la necesidad de sustituir la realidad por manifestaciones pseudoteatrales.
Sin embargo, como suele pasar, no todo es blanco o negro, no todo es bueno o malo. Como señala el antropólogo español Agustín Santana en la revista Temas para el Debate “no todos los casos muestran degradación. Antes bien se pueden describir casos de revitalización, de surgimientos de identidades colectivas, de recuperación de tradiciones” Porque lo que hace el visitante es mostrar al nativo la importancia de su propio mundo. El turista fija en el nativo la propia realidad que vive y de la que hasta ahora no había tenido conciencia, el turista es el notario del mundo local. Y aún hay más, porque como también dice Santana “¿qué pasa con los que consideramos abrumados por la aculturación turística? si tales casos son rentables económicamente para aquellos que los padecen, suelen estar para ellos plenamente justificados. ¿Debemos juzgarlos? ¿Acaso son los nativos los depositarios obligados de tradiciones inmutables? ¿Han de permanecer puros ante la influencia de los “bárbaros turistas”? Posiblemente no, porque “los sistemas y procesos generados por la actividad humana, son algo más tibios, más dinámicos, más abiertos, si queremos, más vivos, que la frigidez simplificada que pretenden sus análisis” Se trata en definitiva de no hacer de las tradiciones un fenómeno eterno e inmutable, sobre todo porque es una creación humana y afecta al ser humano.

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3 comentarios:

Blogger Antonio García ha dicho...

Hola:

Te encontré buscando sobre Marvin Harris.

Muy interesante la exposición.

saludos

9:21 p. m.  
Blogger Juan Sobejano ha dicho...

Gracias Antonio, espero que te gusten los siguientes artículos que subiré sobre antropología y turismo

12:11 a. m.  
Blogger Antonio García ha dicho...

Y muy buenas las fotos también

saludos

10:17 p. m.  

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