La sostenibilidad del entorno
Se desarrolla en Madrid el encuentro “Propuestas para la Sostenibilidad del Mediterraneo” que trata de encontrar soluciones a la gestión del agua y del litoral. Abel La Calle, participante en el encuentro, escribe en El Cultural un artículo titulado “Alerta Roja para el Mar” en el que expone una serie de claves para comprender la situación en la que estamos.
Dice La Calle que el hombre ha logrado controlar la tecnología y está en proceso de mejorar y aumentar ese control con el desarrollo de nuevos proyectos cada vez más ambiciosos, pero sin embargo no ha sido capaz de unir tecnología y ética, de modo que el uno inconsciente de esa tecnología ha ocasionado una serie de catástrofes que no hemos sabido o querido evitar. Señala La Calle 5 claves.
Alejamiento psicológico. El hombre ya no se siente parte de la naturaleza, ve a esta como algo ajeno, como una otredad, de modo que los males que le causamos no los sentimos como propios. La presión que ejercemos sobre los mares, por ejemplo, es vista como una consecuencia lógica. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en las costas del planeta, se ha producido un acercamiento físico que no se ha correspondido con un acercamiento mental. El turismo, y concretamente la modalidad más importante de esta industria, el de sol y playa, genera también una serie de impactos que los turistas no ven como propios, estos viajan y alteran el entorno del destino lejos de su vivienda habitual, por lo que no lo consideran tan relevante.
Fraccionamiento. Vemos la realidad de modo fraccionada, tratamos de simplificar los problemas dividiendo la posible complejidad de los mismos para poder aprehenderlos. Nos falta una visión global e integrada del entorno para comprender la complejidad de algunas conexiones y entender que determinados actos tienen consecuencias más allá de las inmediatas y evidentes. La Unión Europea ha tratado de solucionar esto mediante la Directiva Marco de Aguas. Los ayuntamientos tienden a realizar una ordenación del territorio sin tener en cuenta las consecuencias del hecho. Utilizan el suelo como elemento de financiación creando excesos de edificación que repercute en los mares.
Aceleración. Vivimos en la prisa, ya no somos capaces de pararnos a tratar de comprender las causas, si estas no son evidentes no las vemos hasta que no racionalizamos. Junto con el fraccionamiento la aceleración impide ver más allá de lo próximo. El turista llega, consume, altera y se marcha, sin responsabilidades, igual que nosotros, que no vamos más allá de la inmediatez, del presupuesto anual, de los beneficios anuales. No gestionamos a medio y a largo plazo, sino de hoy para mañana. Vivimos pendientes de cifras (de visitantes, de beneficios, de gasto) y no buscamos la sostenibilidad del modelo, del destino.
Contaminación. Poco que explicar aquí. Los impactos que generamos en el entorno se concentran en los mares y las costas por esa población que se acerca a ellas a vivir o a visitar. El turismo genera una contaminación fruto de la cantidad más que de la calidad. Un impacto individual no tiene importancia, pero la llegada masiva de turistas, que viven en la velocidad y el disfrute, produce efectos difíciles de calcular.
Depredación. Esquilmamos sin reponer. Tratamos al mar, y a la naturaleza en general, como meros recursos económicos, sin preocuparnos de su sostenibilidad.
En definitiva, nos hemos instalado en un entorno que pretendemos dominar y que creemos eterno. Luego, cuando surgen los problemas, llegan los enfrentamientos y aparecen los políticos a “solucionarlos”.
El mar es un recurso turístico, la costa es un recurso turístico, pero no son recursos ajenos a nosotros, forman parte de nosotros. Tal vez deberíamos hacer que la sostenibilidad fuera más que una palabra, y no nombrarla en vano.
Dice La Calle que el hombre ha logrado controlar la tecnología y está en proceso de mejorar y aumentar ese control con el desarrollo de nuevos proyectos cada vez más ambiciosos, pero sin embargo no ha sido capaz de unir tecnología y ética, de modo que el uno inconsciente de esa tecnología ha ocasionado una serie de catástrofes que no hemos sabido o querido evitar. Señala La Calle 5 claves.
Alejamiento psicológico. El hombre ya no se siente parte de la naturaleza, ve a esta como algo ajeno, como una otredad, de modo que los males que le causamos no los sentimos como propios. La presión que ejercemos sobre los mares, por ejemplo, es vista como una consecuencia lógica. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en las costas del planeta, se ha producido un acercamiento físico que no se ha correspondido con un acercamiento mental. El turismo, y concretamente la modalidad más importante de esta industria, el de sol y playa, genera también una serie de impactos que los turistas no ven como propios, estos viajan y alteran el entorno del destino lejos de su vivienda habitual, por lo que no lo consideran tan relevante.
Fraccionamiento. Vemos la realidad de modo fraccionada, tratamos de simplificar los problemas dividiendo la posible complejidad de los mismos para poder aprehenderlos. Nos falta una visión global e integrada del entorno para comprender la complejidad de algunas conexiones y entender que determinados actos tienen consecuencias más allá de las inmediatas y evidentes. La Unión Europea ha tratado de solucionar esto mediante la Directiva Marco de Aguas. Los ayuntamientos tienden a realizar una ordenación del territorio sin tener en cuenta las consecuencias del hecho. Utilizan el suelo como elemento de financiación creando excesos de edificación que repercute en los mares.
Aceleración. Vivimos en la prisa, ya no somos capaces de pararnos a tratar de comprender las causas, si estas no son evidentes no las vemos hasta que no racionalizamos. Junto con el fraccionamiento la aceleración impide ver más allá de lo próximo. El turista llega, consume, altera y se marcha, sin responsabilidades, igual que nosotros, que no vamos más allá de la inmediatez, del presupuesto anual, de los beneficios anuales. No gestionamos a medio y a largo plazo, sino de hoy para mañana. Vivimos pendientes de cifras (de visitantes, de beneficios, de gasto) y no buscamos la sostenibilidad del modelo, del destino.
Contaminación. Poco que explicar aquí. Los impactos que generamos en el entorno se concentran en los mares y las costas por esa población que se acerca a ellas a vivir o a visitar. El turismo genera una contaminación fruto de la cantidad más que de la calidad. Un impacto individual no tiene importancia, pero la llegada masiva de turistas, que viven en la velocidad y el disfrute, produce efectos difíciles de calcular.
Depredación. Esquilmamos sin reponer. Tratamos al mar, y a la naturaleza en general, como meros recursos económicos, sin preocuparnos de su sostenibilidad.
En definitiva, nos hemos instalado en un entorno que pretendemos dominar y que creemos eterno. Luego, cuando surgen los problemas, llegan los enfrentamientos y aparecen los políticos a “solucionarlos”.
El mar es un recurso turístico, la costa es un recurso turístico, pero no son recursos ajenos a nosotros, forman parte de nosotros. Tal vez deberíamos hacer que la sostenibilidad fuera más que una palabra, y no nombrarla en vano.
2 comentarios:
El problema del "alejamiento psicológico" es más grave de lo que se acepta, puesto que existe también a la hora de buscar soluciones. En general la única forma que encontramos para mantener un entorno es alejar a la población de él, nunca la integramos.
LA FORMULA SOSTENIBLE
A comienzos del siglo XXI la visión hacia el futuro de nuestro camino como habitantes del planeta se hace cada vez más y más opaca. Cada día transcurrido nos acerca de forma lenta pero inexorable hasta el punto crítico, donde el reloj de la cuenta atrás para la capacidad de recuperación de nuestro planeta, empiece a funcionar sin poder detenerse.
Es tiempo de empezar a poner en práctica las soluciones con las que contamos, revisarlas, mejorarlas si es posible ejecutarlas.
AMPARAR: UN DEBER FUNDAMENTAL
Los seres humanos hemos sido impulsados de manera natural hacia nuestra multiplicación, para poder llegar algún día, a colonizar por completo a nuestro amplio y extenso planeta para poder desarrollarnos plenamente como especie. Naturalmente, imaginar un derecho de amparo completo (cama, ropa y comida) ha sido hasta hoy, un ejercicio inimaginable.
La sociedad materialista o consumista, causante de los problemas sociales y medioambientales actuales, es una sociedad surgida de manera espontánea y sin control. Todavía hoy, al crecer, pensamos que necesitaremos ganar dinero de alguna forma para vivir. Esta premisa, latente todavía desde nuestros orígenes como ciudadanos, ha marcado al conjunto de la ciudadanía desde siempre, donde para todos, disfrutar de la vida, implica la necesidad de obtener unos ingresos para poder comer, vestir o dormir y en definitiva para vivir. Para todos, el trabajo es el medio necesario para poder alcanzar los objetivos; formar una familia o independizarnos. Pero este no es el objetivo de todos. La falta de alternativas para poder vivir, junto a la necesidad de obtener ingresos, han causado, ya desde nuestros orígenes, la aparición de una sociedad hostil, incómoda y lacrada de enfermedades, guerra, pobreza, opresión, desigualdad, terrorismo, marginación, delincuencia, emigración, muerte y prostitución, que no han hecho más que enaltecer y elevar la importancia del vil metal hasta límites insospechados.
LA PATRIA POTESTAD
En el año 445 a.C. al no ver con buenos ojos las actividades desarrolladas por los menores, los patricios romanos promulgaron la ley de la patria potestad. Una ley que invitaba a los padres, a dar cama, ropa y comida a sus hijos menores de edad. Con esta ley muchos obtendrían la condición indispensable para evadirse de lo arduos trabajos y tareas que a menudo se les encomendaba realizar siendo menores y un incentivo probablemente también muy útil a la hora de favorecer los niveles de alfabetización de la ciudadanía.
En definitiva, una ley (patria potestad) portadora de libertad, pero de una libertad muy pobre, breve y casi nula, pues al concluir, también desaparece con ella.
CLIMA Y DEMOGRAFIA
A pesar de las numerosas enfermedades que nos afectan y del alto índice de mortalidad en los países con menos recursos, la demografía continúa aumentando. Evidentemente los estudios planteados sobre la población para del futuro, junto a la cercana emigración forzosa por el aumento del nivel del mar y de las zonas desérticas, implicarán sin duda la imposibilidad de abastecer a la población entera. También es previsible, que debido a los efectos de la fuerte contaminación en la atmósfera, los riesgos de padecer nuevos episodios epidémicos producidos por la exposición directa al sol como por la inspiración de nuevas bacterias y toxinas acumuladas en las áreas más pobladas, serán muy probablemente un factor muy significativo que afectará a nuestras tasas de mortalidad.
LA UNICA SOLUCION POSIBLE
Todo ello tiene una solución; exprimir y potenciar nuestro derecho de amparo. Promulgar un derecho de amparo continuo y completo para las personas que decidan vivir sin trabajar.
Para recolectar los frutos de una libertad hoy por hoy todavía por descubrir, necesitamos un derecho de amparo más acorde con las necesidades humanas. Los seres humanos hemos nacido para ser libres. A diferencia de los animales, no necesitamos reproducirnos constantemente para preservar nuestra especie. Sin un derecho de amparo como con un derecho de amparo solo hasta los dieciocho, todos estamos destinados a trabajar para encontrar nuestro hueco en la vida. Hasta hoy, sin alternativas y sin libertad, hemos llegado a conocer, con el paso del tiempo, el mundo actual tan humanamente deteriorado, materialista y contaminado que, hoy por hoy, es misión de todos tratar de resolver. Así pues, con un derecho de amparo más amplio, muchos ciudadanos/as podrán optar por desarrollar una vida laboral pasiva. Así, además de frenar los índices demográficos, también conseguiremos reducir los niveles de destrucción y de contaminación derivados de nuestro sistema de consumo actual.
LA FAMILIA
El aumento considerable de la población implica que cada vez más los ciudadanos mayores se queden solos. Al alcanzar la mayoría de edad, los jóvenes se independizan afectando en algunos casos seriamente la estructura familiar para siempre. Con un derecho de amparo adecuado, la estructura familiar se vería ampliamente reforzada y los lazos entre padres e hijos fortalecidos de manera notable. Los padres podrían ejercer mucho más tiempo de padres y los hijos que permanezcan con ellos, aportar al espacio familiar el mismo calor, complacencia y bondad inculcado por los propios padres. Un bienestar que se traducirá, en una mayor esperanza de vida, en el aumento de la salud y en alcanzar una vida y vejez más saludable para todos.
La reforma del derecho de amparo o ley de la patria potestad actual, es para mí, y espero que también lo sea pronto para ustedes, la única fórmula válida necesaria para que, espero que pronto, podamos conocer los frutos de una libertad necesaria y todavía inédita y el punto de partida para conocer el planeta sano, civilizado y sostenible que todos deseamos.
De todos nosotros depende.
Más información http://www.leypaz.com
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