Turismo y antropologia II
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan sociólogos y etnólogos es responder a la pregunta ¿por qué viajamos? Si aplicáramos criterios psicológicos podríamos utilizar la conocida Pirámide de Maslow y establecer que el turismo puede ser motivado por necesidades de autoestima o necesidades de autorrealización. Pero los antropólogos parecen querer ver en el turista la representación de una categoría distinta a la que el mismo turista aspira: el turista representa al hombre moderno.
Como fenómeno de reciente implantación a nivel masivo, el etnólogo ve en el turismo y más concretamente en el turista el paradigma de la modernidad, aprecia en él una serie de comportamientos que no puede descubrir en el pasado. Por eso hay autores como Dean McCannell, John Urry, Chris Rojek o Yves Winkin para los que el estudio del turismo permite crear teorías más generales sobre la sociedad moderna y la posición del hombre en ella.
Una de esas teorías establece que el hombre viaja para unir el mundo, tal vez por su afán de encontrar un sentido a su posición en su propia sociedad. Acortar distancias, tanto físicas como mentales, respecto a “lo otro”, “lo extraño”. Se trata de comprender la aparente sinrazón de la diversidad y darle un sentido, situarla en un contexto que pueda ser entendido. En este sentido McCannell, en su libro El Turista: Nueva Teoría de la Clase Ociosa, señala que el turista busca la autenticidad en las experiencias y que esa búsqueda es relevante para comprender al hombre moderno. Se trata, en suma, de unificar un mundo cada vez más fragmentado, más contradictorio. Es así que la sociedad actual se estructura en una serie de categorías cada vez más complejas. Ya no bastan la clase social o el grupo étnico, puesto que somos mestizos y tal vez al viajar a otras sociedades tratamos de comprender nuestra propia sociedad y los elementos que un día le fueron ajenos y que hoy la integran. Como dice McCannell, “el acto de viajar nos ayuda a construir totalidades sobre la base de nuestras experiencias dispares; el turista puede formular su propia trayectoria y la de su sociedad como una serie ordenada de representaciones formales”.
Sin embargo ¿qué es la autenticidad? Las costumbres locales, cuando se enfrentan a los focos del turismo tienden a caricaturizarse, a resaltar aquellos rasgos que van a gustar más al visitante. Existe entonces una cierta tensión entre la verdad cultural de los nativos y los deseos de sorpresa y diversión de los visitantes. Ya no hay inocencia, sino que todo es fruto de una transacción. Aparece entonces lo que Yves Winkin llama “la suspensión voluntaria de la incredulidad”, es decir, la predisposición al asombro, por el que los espectadores aceptan como cierto el espectáculo que están presenciando.
Para John Urry, sin embargo, el turista prefiere conocer lo distinto antes que lo auténtico. Se trata de huir de la rutina escapar de la monotonía, buscar la sorpresa y la novedad. El turista compara su visión y sus experiencias con las de su vida cotidiana y camina hacia lo diferente.
Sin embargo Chris Rojek dice que “el ocio no es la antítesis de la vida cotidiana, sino su continuación dramatizada y espectacular”. Ya no hay una diferencia sustancial entre la cotidianeidad y las experiencias turísticas, sino adjetival, de modo que el ocio no es sino una intensificación de las rutinas de la vida. Para Rojek las experiencias diarias suelen ser inconclusas y confusas, mientras que el ocio ofrece experiencias delimitadas en el tiempo y estructuradas, con capacidad de conclusión.
Como fenómeno de reciente implantación a nivel masivo, el etnólogo ve en el turismo y más concretamente en el turista el paradigma de la modernidad, aprecia en él una serie de comportamientos que no puede descubrir en el pasado. Por eso hay autores como Dean McCannell, John Urry, Chris Rojek o Yves Winkin para los que el estudio del turismo permite crear teorías más generales sobre la sociedad moderna y la posición del hombre en ella.
Una de esas teorías establece que el hombre viaja para unir el mundo, tal vez por su afán de encontrar un sentido a su posición en su propia sociedad. Acortar distancias, tanto físicas como mentales, respecto a “lo otro”, “lo extraño”. Se trata de comprender la aparente sinrazón de la diversidad y darle un sentido, situarla en un contexto que pueda ser entendido. En este sentido McCannell, en su libro El Turista: Nueva Teoría de la Clase Ociosa, señala que el turista busca la autenticidad en las experiencias y que esa búsqueda es relevante para comprender al hombre moderno. Se trata, en suma, de unificar un mundo cada vez más fragmentado, más contradictorio. Es así que la sociedad actual se estructura en una serie de categorías cada vez más complejas. Ya no bastan la clase social o el grupo étnico, puesto que somos mestizos y tal vez al viajar a otras sociedades tratamos de comprender nuestra propia sociedad y los elementos que un día le fueron ajenos y que hoy la integran. Como dice McCannell, “el acto de viajar nos ayuda a construir totalidades sobre la base de nuestras experiencias dispares; el turista puede formular su propia trayectoria y la de su sociedad como una serie ordenada de representaciones formales”.
Sin embargo ¿qué es la autenticidad? Las costumbres locales, cuando se enfrentan a los focos del turismo tienden a caricaturizarse, a resaltar aquellos rasgos que van a gustar más al visitante. Existe entonces una cierta tensión entre la verdad cultural de los nativos y los deseos de sorpresa y diversión de los visitantes. Ya no hay inocencia, sino que todo es fruto de una transacción. Aparece entonces lo que Yves Winkin llama “la suspensión voluntaria de la incredulidad”, es decir, la predisposición al asombro, por el que los espectadores aceptan como cierto el espectáculo que están presenciando.
Para John Urry, sin embargo, el turista prefiere conocer lo distinto antes que lo auténtico. Se trata de huir de la rutina escapar de la monotonía, buscar la sorpresa y la novedad. El turista compara su visión y sus experiencias con las de su vida cotidiana y camina hacia lo diferente.
Sin embargo Chris Rojek dice que “el ocio no es la antítesis de la vida cotidiana, sino su continuación dramatizada y espectacular”. Ya no hay una diferencia sustancial entre la cotidianeidad y las experiencias turísticas, sino adjetival, de modo que el ocio no es sino una intensificación de las rutinas de la vida. Para Rojek las experiencias diarias suelen ser inconclusas y confusas, mientras que el ocio ofrece experiencias delimitadas en el tiempo y estructuradas, con capacidad de conclusión.
2 comentarios:
Que Post más auténtico!Si tengo que elegir entre alguna postura eligo sin duda la de Jhon Urry. No obstante he de decirte que no soy muy amigo de acotar lo inacotable.
Creo que la unica persona que nos puede dar definición de turista es aquél que se sienta como tal, y eso amigo, en el escenario actual ¿Como se define desde la teoría?.
Esto me recurda a la definición de destino turístico. Como sabes hay mil ensayos sobre este asunto. Yo , tengo mi propia definición. "El destino es lo que el visitante percibe antes, durante y despues de la experienca, más allá de eso, el destino turístico NO EXISTE". Lo que quiero decir con esto, es que existen N defniciones y todas válidas. La OMT definía turista como aquel que pernoctaba al menos una noche, ¿Tu llamarías turista a un enfermo de cancer que ha de ir a Pamplona o a EE.UU a darse un tratemiento especial? yo no. Hemos de ser cuidadosos con las definiciones.
Estoy bastante de acuerdo contigo. Por lo general los etnólogos, sociólogos y demás científicos sociales tienden a categorizar la realidad. Creo que el fenómeno turístico es uno de los más difíciles de categorizar, y por supuesto de teorizar. Cuando, ya hace años, estudié antropología comprendí que en principio ninguna teoría es mejor que otra, porque cada uno tiene sus argumentos. Creo que era Popper quien decía que una teoría no es cierta o falsa, sino falsable (si no ha sido refutada por otra teoría no se puede calificar de falsa, aunque tampoco como verdadera)
Creo que lo importante en estos casos no es la respuesta en sí, sino lo que nos hacen pensar, las preguntas que crean en nuestra cabeza.
Todas estas teorías parten de un turista ideal, categoría que no existe. Pero ya digo, creo que son válidas para acercarnos al fenómeno turístico desde otra perspectiva y cuestionarnos algunas cosas.
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