Sostenibilidad de los destinos turísticos. Urbanismo sostenible.
Dice Juan Freire que "el futuro es urbano". Sin duda esta afirmación es cierta y fruto de la misma es la creciente necesidad de repensar la ciudad como centro de desarrollo humano. Los distintos modelos urbanos que preconizan las corrientes arquitectónicas y urbanistas parecen que centran su mirada en, entre otros objetivos, la sostenibilidad.
Pero esta sostenibilidad no es sólo ambiental, sino también social. Juan Freire llama a este tipo de ciudades sostenibles y habitables "ciudades creativas".
El concepto de sostenibilidad tiene una marcada carga moral. Lo sostenible es bueno, lo no sostenible malo. Debemos, sin embargo, tener cuidado al categorizar este tipo de conceptos con adjetivos eminentemente humanos ya que pueden impedir ver más allá y dar por sentadas formas de actuación que pueden no ser las más correctas. Hace años se ponía como ejemplo de destino turístico insostenible a Benidorm. Hoy es todo lo contrario. La relatividad y evolución de los conceptos medioambientales y de sostenibilidad al albur de los nuevos descubrimientos científicos y los cambios de costumbres han de hacernos relativizar cualquier opinión.
Una ciudad ha de ser sobre todo habitable, y un destino turístico tiene que satisfacer a dos tipos de "habitantes", los nativos o permanentes y los turistas o circunstanciales. Ha de proveer a ambos grupos de calidad de vida. Decía Rafael de La-Hoz en un artículo publicado hace unos años en la revista Oficinas que "la calidad de vida es probablemente la subjetiva enumeración de las dotaciones reales e imaginarias que la ciudad ofrece a sus habitantes".
En esta definición de La-Hoz introduce una serie de matices interesantes.Por un lado habla de una enumeración "subjetiva" de dotaciones. La subjetividad es fundamental ya que es el habitante, el ser humano, el que determina si disfruta de calidad de vida, es él el que puede aplicar o no esa expresión al referirse a un espacio urbano.
Por otro lado las dotaciones pueden ser "reales o imaginarias" puesto que no son sólo los grandes museos, teatros o infraestructuras físicas las que determinan la sostenibilidad y calidad de vida de una ciudad. En este sentido Juan Freire habla de redes sociales dinámicas, de flujos de información o de conversaciones abiertas entre ciudadanos y políticos. Como dijimos en el artículo anterior (perdón por la autocita):
Algunos urbanistas y arquitectos consideran que la verdadera sostenibilidad está en el desarrollo orgánico de las ciudades, en su adecuación a la vida social. Estos urbanistas enfocan el desarrollo urbano de un modo diferente, así la arquitectura no ha de preocuparse en planificar la vida de los ciudadanos ni de los visitantes, sino crear el contexto donde esa vida se pueda desarrollar. Es decir, dejar de ser un actor y pasar a ser el escenario. Se trata por tanto de crear un entorno urbano sostenible socialmente, tanto para sus habitantes como para sus visitantes. Una de las principales características de los destinos turísticos es que vive de su imagen, y esta imagen gobierna en ocasiones los proyectos urbanos por encima de su racionalidad e integración en el entorno. La ciudad bella en ocasiones es incómoda e inhabitable. Se aleja del crecimiento orgánico y apuesta por el crecimiento político.
Hay dos dimensiones en la ciudad para de La-Hoz, la de la razón "cuyos planes urbanísticos son redactados al margen de todo concepto de bienestar espiritual" y la del sentimiento que es "el espacio metafísico donde hacer posible el encuentro del hombre con el hombre". A estas yo añadiría la ciudad política, espacio público y propagandístico con fuerte carga promocional, tanto hacia el exterior (propaganda turística) como hacia el interior (propaganda política pura).
Juan Freire (totalmente recomendable su lectura en temas de urbanismo sostenible) comenta las teorías de dos personalidades fundamentales del urbanismo social. Por un lado Jane Jacobs creó un modelo urbano social centrado en una serie de premisas:
-Estrategias de gestión urbana basadas en la comunidad
-Posiciones anti-planificación “centralizada”
-Capacidad de acción de los individuos y los pequeños grupos frente a los gobiernos y las grandes corporaciones
-La diversidad de usos y concentraciones de elevada densidad generan actividad económica (riqueza) y social (bienestar)
-El conocimiento local es clave
Por otro lado, Richard Florida creó la teoría de las clases cretivas, en la que la tecnología, el talento y la tolerancia eran fundamentales para la creación de ciudades creativas. Pero, como señala Freire, cabe la posibilidad de pervertir las ideas de Floridamediante una gestión y planificación top-down de modo que se potencie la dimensión política o racional-arquitectónica por encima de la sentimental-espiritual.
Las ciudades han de cambiar, pero no cabe confundir cambio con crecimiento, espacio público con infraestructura o comunicación con desplazamiento.
Las ciudades han de ser el escenario donde el ser humano exprese toda su potencialidad, ha de ser socialmente sostenible y ser capaz de permitir y fomentar la convivencia entre residentes y visitantes. La ciudad es un espacio de encuentro, no de paso, es el escenario donde se desarrollan las relaciones y no el que las determina.
La fidelidad a un destino depende de que seamos capaces de hacerlo habitable. La sostenibilidad social depende que el entorno urbano sea proveedor de calidad de vida. Sólo fusionando habitabilidad, sostenibilidad y calidad de vida tendrá un destino éxito en el tiempo y no sólo de modo puntual.
Pero esta sostenibilidad no es sólo ambiental, sino también social. Juan Freire llama a este tipo de ciudades sostenibles y habitables "ciudades creativas".
El concepto de sostenibilidad tiene una marcada carga moral. Lo sostenible es bueno, lo no sostenible malo. Debemos, sin embargo, tener cuidado al categorizar este tipo de conceptos con adjetivos eminentemente humanos ya que pueden impedir ver más allá y dar por sentadas formas de actuación que pueden no ser las más correctas. Hace años se ponía como ejemplo de destino turístico insostenible a Benidorm. Hoy es todo lo contrario. La relatividad y evolución de los conceptos medioambientales y de sostenibilidad al albur de los nuevos descubrimientos científicos y los cambios de costumbres han de hacernos relativizar cualquier opinión.
Una ciudad ha de ser sobre todo habitable, y un destino turístico tiene que satisfacer a dos tipos de "habitantes", los nativos o permanentes y los turistas o circunstanciales. Ha de proveer a ambos grupos de calidad de vida. Decía Rafael de La-Hoz en un artículo publicado hace unos años en la revista Oficinas que "la calidad de vida es probablemente la subjetiva enumeración de las dotaciones reales e imaginarias que la ciudad ofrece a sus habitantes".
En esta definición de La-Hoz introduce una serie de matices interesantes.Por un lado habla de una enumeración "subjetiva" de dotaciones. La subjetividad es fundamental ya que es el habitante, el ser humano, el que determina si disfruta de calidad de vida, es él el que puede aplicar o no esa expresión al referirse a un espacio urbano.
Por otro lado las dotaciones pueden ser "reales o imaginarias" puesto que no son sólo los grandes museos, teatros o infraestructuras físicas las que determinan la sostenibilidad y calidad de vida de una ciudad. En este sentido Juan Freire habla de redes sociales dinámicas, de flujos de información o de conversaciones abiertas entre ciudadanos y políticos. Como dijimos en el artículo anterior (perdón por la autocita):
Algunos urbanistas y arquitectos consideran que la verdadera sostenibilidad está en el desarrollo orgánico de las ciudades, en su adecuación a la vida social. Estos urbanistas enfocan el desarrollo urbano de un modo diferente, así la arquitectura no ha de preocuparse en planificar la vida de los ciudadanos ni de los visitantes, sino crear el contexto donde esa vida se pueda desarrollar. Es decir, dejar de ser un actor y pasar a ser el escenario. Se trata por tanto de crear un entorno urbano sostenible socialmente, tanto para sus habitantes como para sus visitantes. Una de las principales características de los destinos turísticos es que vive de su imagen, y esta imagen gobierna en ocasiones los proyectos urbanos por encima de su racionalidad e integración en el entorno. La ciudad bella en ocasiones es incómoda e inhabitable. Se aleja del crecimiento orgánico y apuesta por el crecimiento político.
Hay dos dimensiones en la ciudad para de La-Hoz, la de la razón "cuyos planes urbanísticos son redactados al margen de todo concepto de bienestar espiritual" y la del sentimiento que es "el espacio metafísico donde hacer posible el encuentro del hombre con el hombre". A estas yo añadiría la ciudad política, espacio público y propagandístico con fuerte carga promocional, tanto hacia el exterior (propaganda turística) como hacia el interior (propaganda política pura).
Juan Freire (totalmente recomendable su lectura en temas de urbanismo sostenible) comenta las teorías de dos personalidades fundamentales del urbanismo social. Por un lado Jane Jacobs creó un modelo urbano social centrado en una serie de premisas:
-Estrategias de gestión urbana basadas en la comunidad
-Posiciones anti-planificación “centralizada”
-Capacidad de acción de los individuos y los pequeños grupos frente a los gobiernos y las grandes corporaciones
-La diversidad de usos y concentraciones de elevada densidad generan actividad económica (riqueza) y social (bienestar)
-El conocimiento local es clave
Por otro lado, Richard Florida creó la teoría de las clases cretivas, en la que la tecnología, el talento y la tolerancia eran fundamentales para la creación de ciudades creativas. Pero, como señala Freire, cabe la posibilidad de pervertir las ideas de Floridamediante una gestión y planificación top-down de modo que se potencie la dimensión política o racional-arquitectónica por encima de la sentimental-espiritual.
Las ciudades han de cambiar, pero no cabe confundir cambio con crecimiento, espacio público con infraestructura o comunicación con desplazamiento.
Las ciudades han de ser el escenario donde el ser humano exprese toda su potencialidad, ha de ser socialmente sostenible y ser capaz de permitir y fomentar la convivencia entre residentes y visitantes. La ciudad es un espacio de encuentro, no de paso, es el escenario donde se desarrollan las relaciones y no el que las determina.
La fidelidad a un destino depende de que seamos capaces de hacerlo habitable. La sostenibilidad social depende que el entorno urbano sea proveedor de calidad de vida. Sólo fusionando habitabilidad, sostenibilidad y calidad de vida tendrá un destino éxito en el tiempo y no sólo de modo puntual.
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