miércoles, septiembre 26, 2007

El ideario de Albert Boadella.

Es normal que entre los gurus de la gestión empresarial, en todas sus variantes, utilicen elementos supuestamente ajenos a la misma para desarrollar teorías aparentemente muy estructuradas y reflexivamente desarrolladas.
Yo como buen aprendiz voy a seguir sus pasos y a utilizar el ideario de Albert Boadella para justificar la confección de este artículo, provocar un poco (si eso es posible) y darme palmaditas en la chepa mientras me repito el mantra del día "qué gracioso es mi niño".

Albert Boadella es uno de los más importantes hombres de teatro de España. Su iconoclastia y libertad de pensamiento le ha llevado a tener un ideario en sintonía con estas actitudes. Tal es el siguiente:

1.- Sólo Dios crea.
Es cierto, lo demás no es sino redefiniciones de la realidad. En la empresa está todo inventado, todo está a nuestro alcance, sólo debemos saber cómo lo utilizamos. En realidad hasta la supuesta revolución del Turismo 2.0 no es sino un reposicionamiento de sus actores. El problema no es crear, el problema es conocer la realidad y, si en necesario, reinterpretarla.

2.- Es obligatorio ser un inadaptado crónico.
Más razón que un santo. Rompamos con los convencionalismos. El mundo de la empresa ha de ser creativo, lleno de ideas nuevas y disparatadas. Un brainstorming global.

3.- No hay nada más fantástico que la realidad.
Ahí está todo, como dijimos al principio. Si queremos ser revolucionarios partamos de lo que ya existe. Nuestro primer paso ha de ser seguro.

4.- La poesía no es coto privado de los poetas.
Ni la imaginación de los artistas. La empresa es una obra humana, una creación nacida de personas con imaginación. ¿Por qué segmentar nuestra realidad limitando el placer, la fantasía y la imaginación a nuestros momentos de ocio?. Bajo las piedras hay una playa.

5.- No telefonear al que está en el baño.
Todo tiene su momento y en ocasiones es mejor dar un paso atrás para tomar carrerilla antes que empezar la carrera sin haber entrenado. Los maratones son muy largos y la empresa es un maratón. Hasta la fantasía y la ruptura de convenciones necesitan reflexión.

6.- Fomenta tus enemigos.
O a tus competidores. El monopolio adormila, la competencia excita. Estudialos, analízalos, y si lo hacen mejor que tú, aprende de ellos. Si eres tú quien lo hace mejor estudia en qué y potencia las diferencias.

7.- Hay que practicar el mal gusto.
Hay que ir contra corriente, sorprender al visitante. Olvidemos el mal gusto y centrémonos en la sorpresa. Se dice que al cliente de un hotel no le gustan las sorpresas, y es cierto, observen si no cómo se sienta siempre en la misma mesa del comedor o realiza la misma liturgia en la cafetería. Pero si la sorpresa forma parte del "espectáculo" es bien recibida, es un activo más.

8.- Debemos defendernos de la modernidad.
El cliente quiere que todo sea comprensible, fácil de asimilar. Son magníficos algunos hoteles cuyas formas se retuercen y combrean como esculturas, son auténticas esculturas, pero al cliente lo descolocan. Lo primero que busca el cliente al entrar en un hotel es la recepción, está pidiendo ayuda, situarse en un nuevo entorno. Ayudémosle.
Por otro lado, no todo es relativo, no vale todo para satisfacer al cliente. El hotel es un microcosmos que ha de ser gobernado con reglas claras. No atendemos a un sólo cliente, atendemos a cientos.

9.- Desconfía del contubernio arte-política.
O empresa-política. Cada uno a lo suyo que nadie sabe de todo y, lo que es peor, todos sabemos un poco de todo. Hay muchos aprendices de brujo repartidos.

10.- Mejor con amigos.
Si la empresa es una red de relaciones, ¿por qué no relacionarnos con amigos? Fomentar las relaciones personales, las buenas relaciones personales, es una de las mejores medidas que puede tomar un director de hotel. Atención, se buscan amigos y gente inteligente, capaz de comprender que si no hay feeling con un compañero debemos seguir siendo eso, compañeros de trabajo. Amigos inteligentes.

Como se ve son diez principios tan abiertos y generales que casi pueden dar lugar a cualquier interpretación. Esta ha sido la mía, pero no tiene por qué ser la correcta.

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