El relativismo social
Esta entrada tiene una relación algo tangencial con el turismo... o no. Al fin y al cabo el turismo, como toda actividad humana está influida por todo lo que nos rodea, los famosos factores externos.
Estamos asistiendo estos días a un proceso de descompresión de ilusiones, a un gradual olvido de buenos deseos y a una pérdida de buenas sensaciones. De repente hemos despertado a la realidad en la T4, de golpe, con el sonido ensordecedor de mil bombas y la horrible sensación de un puñal en el corazón.
Llevamos un tiempo, unos años más bien, en los que nos hemos embarcado en un proceso de cambio de perspectivas, en los que las referencias han de jado de ser unívocas y en los que se ha instalado en nosotros una nueva religión civil: el relativismo social.
El relativismo social es un compendio de relativismo moral, relativismo político y relativismo cívico. Se basa en un principio muy simple: todo es defendible.
Con el nacimiento del postmodernismo los valores han dejado de ser una referencia para pasar a ser un instrumento, ya todo es bueno o malo dependiendo del momento y de su utilidad, nada es susceptible de ser categorizado y al final un asesino torna en estadista porque los tiempos han cambiado y ya no se puede juzgar con los mismos parámetros que antes.
Pero lo peor es que sí se puede... y se debe. Nosotros, los que vivimos en el mundo del turismo sabemos que el mundo es absolutamente diverso, que las costumbres, en ocasiones tan importantes para dar valor a un destino, nos atraen porque son únicas, distintas, que las culturas y las religiones nos enriquecen por su diversidad. Pero también sabemos los que nos dedicamos a esto que sí hay una esencia en toda acción y manifestación humana que subyace a todo: el respeto al ser humano. No cabe otro camino. Cualquier religión, cualquier manifestación política o social, cualquier relación entre seres humanos ha de partir de la base del respeto, la defensa del ser humano. En efecto, todo es defendible, menos esto.
Cuando nosotros recibimos a un visitante no le pedimos que renuncie a sus creencias ni altere sus costumbres, siempre y cuando no alteren la convivencia ni obstrullan el campo de libertad del otro. El existencialismo ya advirtió del peligro del otro, de que su libertad podía chocar con mi libertad (yo tengo libertad para hacer lo que quiera mientras no altere la libertad del otro). Freud habló del malestar en la cultura, de la sensación de incomprensión y malestar que provoca en el ser humano las autolimitaciones que nos ponemos al imponer la cultura, el entorno social a los deseos animales, que en el fondo es lo que somos.
Son diversas caras de una misma realidad poliédrica. Y todo esto para llegar a una conclusión: no todo es relativizable.
Vuelvo a repetir: los trabajadores del turismo trabajamos sobre la diversidad y somos capaces de comprender su existencia. Debemos buscar la esencia entre las distintas manifestaciones humanas y transmitir que hay una esencia humana y que no cabe el relativismo.
Sé que esta entrada es un poco caótica, tal vez contradictoria y, desde luego, muy distinta a las demás, pero qué quereis, es mi blog y hoy el cuerpo me pedía esto.
Espero que se vuelva a repetir.
Estamos asistiendo estos días a un proceso de descompresión de ilusiones, a un gradual olvido de buenos deseos y a una pérdida de buenas sensaciones. De repente hemos despertado a la realidad en la T4, de golpe, con el sonido ensordecedor de mil bombas y la horrible sensación de un puñal en el corazón.
Llevamos un tiempo, unos años más bien, en los que nos hemos embarcado en un proceso de cambio de perspectivas, en los que las referencias han de jado de ser unívocas y en los que se ha instalado en nosotros una nueva religión civil: el relativismo social.
El relativismo social es un compendio de relativismo moral, relativismo político y relativismo cívico. Se basa en un principio muy simple: todo es defendible.
Con el nacimiento del postmodernismo los valores han dejado de ser una referencia para pasar a ser un instrumento, ya todo es bueno o malo dependiendo del momento y de su utilidad, nada es susceptible de ser categorizado y al final un asesino torna en estadista porque los tiempos han cambiado y ya no se puede juzgar con los mismos parámetros que antes.
Pero lo peor es que sí se puede... y se debe. Nosotros, los que vivimos en el mundo del turismo sabemos que el mundo es absolutamente diverso, que las costumbres, en ocasiones tan importantes para dar valor a un destino, nos atraen porque son únicas, distintas, que las culturas y las religiones nos enriquecen por su diversidad. Pero también sabemos los que nos dedicamos a esto que sí hay una esencia en toda acción y manifestación humana que subyace a todo: el respeto al ser humano. No cabe otro camino. Cualquier religión, cualquier manifestación política o social, cualquier relación entre seres humanos ha de partir de la base del respeto, la defensa del ser humano. En efecto, todo es defendible, menos esto.
Cuando nosotros recibimos a un visitante no le pedimos que renuncie a sus creencias ni altere sus costumbres, siempre y cuando no alteren la convivencia ni obstrullan el campo de libertad del otro. El existencialismo ya advirtió del peligro del otro, de que su libertad podía chocar con mi libertad (yo tengo libertad para hacer lo que quiera mientras no altere la libertad del otro). Freud habló del malestar en la cultura, de la sensación de incomprensión y malestar que provoca en el ser humano las autolimitaciones que nos ponemos al imponer la cultura, el entorno social a los deseos animales, que en el fondo es lo que somos.
Son diversas caras de una misma realidad poliédrica. Y todo esto para llegar a una conclusión: no todo es relativizable.
Vuelvo a repetir: los trabajadores del turismo trabajamos sobre la diversidad y somos capaces de comprender su existencia. Debemos buscar la esencia entre las distintas manifestaciones humanas y transmitir que hay una esencia humana y que no cabe el relativismo.
Sé que esta entrada es un poco caótica, tal vez contradictoria y, desde luego, muy distinta a las demás, pero qué quereis, es mi blog y hoy el cuerpo me pedía esto.
Espero que se vuelva a repetir.
4 comentarios:
Me encanta esta entrada!!. Me gustan las reflexiones caóticas que aunque parezca que no tienen gran sentido. Coincido contigo....cuanto me jode tener que hablar de nuevo del puto terrorismo.
Perdón por los tacos pero es que me pongo malo. Bien Juan. J, te leo.
Salu2!!
Gracias Isaac. Creo que te has quedado corto con los tacos.
Mi opinión, ampliando un poco parte de lo que hablas en tu entrada es que dentro de lo malo, lo peor es que se está perdiendo el sentido de responsabilidad.
Aun siendo joven, recuerdo el sentido de la palabra dimisión. Antes (no me lo comentaba mi abuelo, yo lo he visto) había un sentido de culpabilidad bien entendido... se era responsable y ante la mala ejecución, se dimitía.
No malinterpreten estas frases, no estoy justificando ni acusando. Me sentiría más seguro (aún después de todo) si alguien dijera: "debería haberlo hecho mejor y quizás detrás mío viene alguien con mayor capacidad resolutiva y me voy! Gracias por su confianza"
Serrat ya lo decía en "Seria Fantàstic"... es una buena canción para alimentar el alma de positivismo.
Un apunte. En Cabo Verde, Atila (el único instructor de buceo de Boavista) me dijo. Cada uno en su casa pone sus normas... escribe lo que quieras Juan, tu blog es tu casa. Cada día vengo a tu casa a ver que has escrito!
Un saludo,
Pere Marti Franco
Estoy totalmente de acuerdo contigo respecto a la falta del sentido de responsabilidad, Pere. Y no me refiero sólo desde un punto de vista político. Tal vez sería un tema interesante hablar de la falta de responsabilidad de los directivos respecto con sus trabajadores.
Por cierto, tienes las puertas de mi casa abiertas de par en par para cuando quieras entrar.
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